viernes, 10 de octubre de 2014

El reset de Homeland


Soy del grupo de gente que cuando descubrió "Homeland", su episodio piloto me cautivó. Encontré genial el hecho de que su protagonista Carrie Mathison (Claire Danes), una oficial de operaciones de la CIA asignada al Centro de Contraterrorismo, sufriera de bipolaridad. Este magnífico recurso hace que como espectador, Carrie te contagie su obsesión, su paranoia, que de alguna manera no sepas si sus sospechas conspiratorias son realidad o son sólo desvaríos fruto de su enfermedad mental. Por otra parte, su premisa, la liberación de un preso de guerra de Al-Qaeda, que llega a Estados Unidos y que coincide con un chivatazo que Carrie recibe de un activo que le advierte de que un prisionero de guerra se ha unido al grupo terrorista de Al-Qaed, no resulta del todo original, dado que podría tratarse de la premisa de cualquiera de las temporadas de "24". Lo verdaderamente original e intrigante es que Carrie es tremendamente inestable, en ocasiones incluso vemos cómo deja de tomarse la medicación que la mantiene tocando de pies al suelo, por lo que tanto a nosotros como a los personajes que la rodean, nos resulta difícil creerla o no... Como decía la promo de la serie: "La nación ve una héroe, ella ve una amenaza..."


Cierto es que la cara de loca de Claire Danes le iba que ni pintada al personaje de Carrie y el papel le ha supuesto 2 Golden Globes y dos Emmys consecutivos por su trabajo. A mí personalmente sus tics, sus ojos abiertos como platos y su constante cara de "estreñía" me han llegado a poner bastante nervioso a lo largo de sus tres temporadas, y además creo que raya la sobreactuación, pero supongo que el hecho de que ponga nervioso ya es un poco la idea, y el grupo de actores y actrices que han hecho de la sobreactuación todo un arte y han sabido llevarlo bastante bien es lo suficientemente extenso como para no tenérselo tan en cuenta... Durante la primera temporada se realizaba constantemente un juego de prismas o puntos de vista muy interesante. Si veíamos la historia a través de los desquiciados ojos de Carrie, teníamos clarísimo que Nicholas Brody (Damian Lewis), el prisionero de guerra liberado, era un terrorista en potencia al que le habían lavado el cerebro y que bajo su apariencia de héroe de la nación que había vivido un infierno de torturas y que había conseguido sobrevivir y volver sano y salvo a Estados Unidos, se encontraba un ser sin compasión que cuando se ganara la confianza del pueblo americano, llevaría a cabo un atentado terrorista del calibre del sucedido el fatídico 11S. En cambio, si veíamos la historia desde la perspectiva de otros personajes, podíamos ver a Brody como un verdadero héroe, que se merecía halagos y reconocimiento, por el calvario que le había tocado vivir. En el piloto ya hubo una escena donde se establecía de forma muy clara este juego de prismas. En la presentación oficial del regreso de Brody que es televisado para todo el pueblo americano, Brody hacía un repetido movimiento con los dedos de la mano, en lo que muchos podrían ver un tic, fruto del nerviosismo, Carrie ve una señal que Brody pueda estar lanzando a los simpatizantes del grupo terrorista Al-Qaeda, que puedan estar viendo la retransmisión en ese momento, para comenzar a poner en marcha un posible atentado terrorista contra los Estados Unidos.


La trama de la primera temporada siguió avanzando por lindares muy intersantes, cuando la obsesión de Carrie llega a tal punto en el que se pone a espiar de manera compulsiva todos los movimientos de Brody, llegando a colocar cámaras ocultas en su residencia para poder captar cualquier hecho extraño que pueda dar alguna vista de sus verdaderas intenciones. Pero de tanto espiarlo, acaba enamorándose enfermizamente de él. Estos dos personajes atormentados, ella por su enfermedad mental y por creer que no hizo todo lo que estaba en sus manos para evitar que ocurrieran los atentados del 11S, él por las torturas a las que fue sometido durante los años que fue retenido preso en Irak, encuentran la manera de entenderse, a pesar de las circunstancias, y de darse exactamente lo que necesitan el uno del otro. Esta relación se convierte en una especie de atracción fatal, una especie de espiral destructiva en la que entran estos dos personajes y que desde el minuto cero sabes como espectador que acabará mal, lo que no sabes es para quién de los dos... Si antes hemos hablado de la cara de susto de Danes, el rostro de Lewis también resulta de lo más inquietante y eso juega a favor de su papel, un personaje que en ocasiones parece la oveja y en otras el lobo, que nunca acabas de saber cuál es su verdadero rostro. Además el actor es inquietantemente pelirrojo, de un color de pelo casi diabólico, a lo Chucky... y de eso no puede salir nada bueno...


La segunda temporada bajó un poco el nivel de la primera, pero siguió manteniéndose entre las producciones de calidad. Recordemos que la serie se basa en una original israelí, llamada "Hatufim" (en inglés "Prisoners of War"), que tuvo dos temporadas, con un total de 24 episodios. Por ese motivo, los americanos tenían material para dos temporadas, pero no más. Lo que pasó es que cuando se estaba produciendo la segunda temporada, los creadores de la serie ya tenían muy claro que querrían prolongarla a una tercera temporada, por lo que tenían que ir abriendo nuevos frentes argumentales y eso se notó. Comenzaron a introducir subtramas poco interesantes, como la de la hija de Brody (Dana), personaje cansino donde los haya ¿a quién le importaba si se escapaba con el coche y atropellaba a alguien por accidente? A mí no desde luego... Dicen las malas lenguas, que durante esta temporada la relación entre Claire Danes y Damian Lewis no fue muy buena y eso hizo peligrar su futuro en la tercera temporada. De hecho, en la tercera temporada no aparecieron prácticamente juntos... Eso sí, la serie tuvo un final de temporada digno.


Los problemas vinieron en la tercera temporada. La serie parecía navegar sin rumbo, las tramas parecían totalmente inconexas. Algunos personajes parecía que seguían en la serie sólo porque su contrato todavía no había terminado (como es el ejemplo de Morena Baccarin, que interpretaba a la mujer de Brody, Jessica; afortunadamente la actriz estaba escandalosamente embarazada y sólo pudo aparecer en unos pocos episodios... su personaje ya no tenía nada que hacer allí, ahora que Brody se había visto obligado a exiliarse del país...). Esta temporada tuvo un polémico final, donde los guionistas tuvieron que tomar una decisión difícil, pero tengo que decir que coherente, que no voy a revelar, para no dar ningún disgusto/spoiler a nadie...


Con el final de la tercera temporada, la serie parecía haberse cerrado, dejó un pequeño frente abierto para su continuación, pero estaba claro que si la serie tenía que continuar, que se confirmó que sí, que tendría una cuarta temporada, tenía que hacer un reset en toda regla. Esto nos sitúa en el domingo pasado, día en que se estrenó la cuarta temporada de la serie, que llegó con un episodio doble, más de una hora y media de "Homeland". La verdad es que, sin llegar a tener el pulso de su primera temporada, el piloto consiguió resultar lo suficientemente emocionante, con alguna secuencia de acción realmente palpitante, como la que tiene lugar en una calle de Pakistan, donde Carrie y dos personajes más están atrapados en un coche y una masa de gente les ataca como si fuera un enjambre de zombies. Y ver a Carrie intentando ser una madre normal, que no lo es, con el pequeño vástago de Brody (el niño es "clavaíco a su padre", los cuatro pelos que tiene son rojos como el infierno y tiene la inquietante mirada azul de su progenitor...), sobre todo en el momento bañera, en el que Carrie está bañando al niño y por un momento parece que vaya a dejar que se ahogue... Carrie está muy mal de lo suyo, si la seguridad de Estados Unidos está en sus manos ... God Bless America...

Veremos si "Homeland" sabe recuperarse del bache que supuso su tercera temporada y sabe devolvernos el interés perdido...

David



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